No cabe duda de que debido a la proliferación de los sistemas de vigilancia de carreteras, cámaras de
seguridad, sistemas de detección satelital y otras muchas tecnologías, se ha incrementado el número de
registros en los que aparecen bólidos y estelas de luz surcar los cielos nocturnos (y diurnos a veces).
Y esto ha permitido a la ciencia disponer de ojos en el cielo capaces de ayudar a los científicos a triangular
las trayectorias que un bólido describe, hasta calcular el posible punto de caída de meteoritos al suelo. Y
aquí es donde entra en juego un factor crucial; la recuperación de los mismos, y su finalidad.
Recuperar meteoritos es todo un hito, y en las últimas décadas se ha convertido en una lucrativa actividad
de la que viven muchos coleccionistas y buscadores, a la sombra de la cual han aparecido Museos, y centros
de investigación, y de la que han surgido investigadores y especialistas en la materia, capaces de desentrañar
los secretos que esconden estas rocas del espacio.
Como hemos tenido ocasión de comentar en otras ocasiones, el valor científico de los meteoritos es incalculable,
pero a este valor científico se añade otro más, el valor comercial. Y es que mientras que la ciencia busca
recuperar estas muestras para continuar conociendo los secretos del Sistema Solar, los coleccionistas los
buscan para hacer negocio con ellos.
Y donde hay negocio, aparece la picaresca. Solo hace falta echar un vistazo a las redes sociales, y a algunas
plataformas de venta on-line para observar el incremento de ventas fraudulentas que se pretenden perpetrar
en las que se quieren hacer pasar por meteoritos todo tipo de rocas y materiales hallados en cualquier
lugar del planeta. Basaltos, lavas, minerales varios, incluso metales manufacturados por el ser humano.
Proliferan los buscadores que, imán en mano, se recorren el campo recogiendo cualquier cosa que se adhiere a ellos,
tan seguros de que si se pega a un imán, es sin duda un meteorito. El hecho de que algunos meteoritos
contengan metales, no es indicativo de su naturaleza, de hecho en el planeta hay millones de cosas que se
pegan a un imán, desde un fragmento de hierro oxidado desprendido de la reja de un arado en un campo de labor,
hasta un fragmento de metralla en el desierto, o incluso una grapadora o un cubierto de la mesa.
Es por esta razón por la que los coleccionistas profesionales, respaldados por instituciones oficiales
universitarias y laboratorios, emiten "certificados" de autenticidad de sus piezas, y recelan de adquirir
nuevos ejemplares que no hayan sido asímismo acreditados en su autenticidad. En este sentido la máxima
garantía conlleva la clasificación oficial del meteorito, cuya legítima certificación de autenticidad en todo caso
corresponde al descubridor y al clasificador del ejemplar. A partir de aquí puede aparecer (lo hace con frecuencia),
una distorsión del certificado, en el que el original normalmente es sustituído por la nueva tarjeta comercial
del nuevo poseedor... y eso es todo.
Se abre de esta forma una profunda laguna en cuanto a la acreditación de autenticidad de los meteoritos, sobre
todo porque incluso algunos meteoritos ya clasificados con una masa concreta y por un descubridor concreto, puede
continuar proporcionando muchos kilos más en los años sucesivos y en el mismo lugar de caída, como ocurre con el
célebre Chelyabinsk, o la mítica diogenita NWA 7831, la enstatita Al Haggounia 001, o la eucrita Al Haggounia 003
entre otros muchos más.
Y aquí es donde cabe hacerse la pregunta, ¿hasta qué punto es más válido el certificado de los primeros
ejemplares hallados sobre el de los sucesivos hallazgos en el mismo lugar? y aquí es también donde entra en juego la ciencia nuevamente.
Con bastante frecuencia muchas personas recuperaron meteoritos en alguna caída, o simplemente los hallaron
en algún lugar de antigua caída, no dejan de ser legítimos, pero ¿Cómo demostrar tal hallazgo?. La
recomendación científica es dirigirse a una institución acreditada universitaria o laboratorio, y hacer
una verificación del ejemplar, y de esta forma expedirle su correspondiente tarjeta de identificación oficial
avalada por la institución y el experto o clasificador al cargo.
Evidentemente esto para muchos se antoja un trabajo de chinos (en el mejor sentido de la expresión),
pero ¿compraría usted una piedra, al precio que alcanzan algunos meteoritos, sin disponer de una acreditación
de que es lo que le venden?. Más fácil aún. ¿Compraría usted una antigüedad sin un informe técnico de un
arqueólogo o especialista en antigüedades?. El simil es el mismo. Evidentemente no, dada la proliferación de
fraudes.
Y en este mundillo de los meteoritos, perpetrar un fraude puede ser muy rentable. Hace unos años, tras
la caída del meteorito Ochansk, los fragmentos alcanzaron un elevado valor. Consta que algunos vendedores
hicieron pasar fragmentos de Chelyabinsk, muy similares en apariencia pero de menor valor, por el nuevo
ejemplar ruso. Lo mismo ocurrió recientemente con un intento de hacer pasar un metálico Cañón del Diablo
por un hallazgo Europeo, y como éstos ejemplos muchos más.
De esta manera, se impone la necesidad de verificar los ejemplares en venta ante el cada vez
mayor requerimiento de certificado para los meteoritos. En esta labor trabajamos en nuestro museo, y gracias
al laboratorio, se han expedido miles de certificaciones de ejemplares verificados que hoy forman parte
de colecciones privadas e institucionales de todo el mundo, y cuyo programa de investigación está abierto al público general.
Para ello pueden visitar la web del laboratorio haciendo click AQUÍ.
Suscríbete gratis a METEORITOS
Accede a toda la información en ciencias planetarias y del espacio.