Quizás una de las cuestiones que con más frecuencia nos plantean en las charlas y conferencias es la relativa a la frecuencia y preferencia de lugar para la caída de meteoritos. De hecho recuerdo que una ocasión alguien me preguntó por qué caían más meteoritos en Sáhara que en España, estando tan cerca. La cuestión no es baladí. Y de hecho es cierto que un país como Marruecos tiene una larga lista de meteoritos clasificados y otra más larga aún de meteoritos sin clasificar, mientras que en España apenas se contabilizan una treintena desde que se tiene constancia de la caída de éstos hace siglos.
Sabemos que la caída de meteoritos no responde a ningún patrón preestablecido ni a ninguna norma gravitacional o estadística que podamos imaginar. Es un fenómeno totalmente arbitrario y como tal, la caída de estas rocas puede suceder en cualquier parte de la superficie del planeta.
Si bien también somos conscientes de que el 75% de dicha superficie es oceánica por lo que la inmensa mayoría de las rocas caídas se pierden para siempre. Sin embargo hay otro porcentaje que cae sobre suelo firme. Aquí en ahora donde entran en juego factores como las características del suelo, la climatología de la región y la alteración que hayan sufrido los terrenos por diversos agentes, tanto naturales como humanos.
Si nos fijamos en las bastas extensiones del gran desierto de Sahara, la vista se pierde en el horizonte en una extensión interminable de tierras que apenas han sufrido modificaciones de importancia en los últimos milenios. La climatología árida permite que el lecho rocoso no sea alterado por la humedad, ni ha sido labrado para el cultivo, erosionado por torrentes o modificado de ningún modo. Es fácil imaginar que si una roca cae en un terreno así, ahí permanecerá por siglos mientras nadie la toque. Y en el transcurso de los siglos, las rocas siguen cayendo del cielo…
Un país como España, por su parte, ha sido en gran parte modificado. Se han talado bosques para convertirlos en tierras de labor, gran parte de las mismas son aradas y trabajadas cada pocos meses. Las rocas caídas, con mucha probabilidad han quedado enterradas, como ocurrió con meteoritos como Colomera o Retuerta del Bullaque. Masas que quedaron sepultadas en el suelo. Otros muchos estoy seguro que jamás se hallarán. Si hay alguna probabilidad de encontrar meteoritos en España, será aquellos de los que exista constancia visual de su caída.
Así ha venido atestiguado por los últimos meteoritos recuperados en Puerto Lápice o Villalbeto de la Peña, y más antiguamente por tantos otros tales como Sevilla, Cangas de Onís, Olivenza y demás.
Y quizás sea esa dificultad la que hace que los meteoritos españoles sean tan codiciados por los coleccionistas. La mayoría de ellos se encuentran bien custodiados en colecciones institucionales, tanto en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, como en otras colecciones de otros países, sin desdeñar los fragmentos conservados en colecciones privadas, quizás los más fáciles de conseguir, y aún así de una dificultad extrema.
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