Los agujeros negros son algunos de los objetos astrofísicos que causan más interés tanto a los aficionados a la astronomía como a los científicos. Por otro lado, es un tema del que los primeros suelen desconocer mucho, pero, al mismo tiempo, es más lo que no saben los segundos que lo que sí conocen.
Además, debido a sus características, es pro-bable que estos objetos nunca nos desvelen parte de sus secretos, incluso con la mejor de las tecnologías posibles. A pesar de todo, poco a poco vamos conociendo más infor-mación sobre ellos, lo cual es un aliciente sobre todo si tenemos en cuenta que no hace tanto que los agujeros negros solo eran un conjunto de ecuaciones sobre el papel y no se sabía ni siquiera si existirían en realidad. De hecho, en este mes de abril que hemos de-jado, además de haberse cumplido un año de la presentación de la primera fotografía de uno de estos objetos, ha habido nuevos descubrimientos que permiten avanzar un poco más en nuestro conocimiento acerca de ellos. En primer lugar, comentaremos con bre-vedad qué son exactamente los agujeros negros para posteriormente abordar estas nue-vas noticias que se han publicado.
Aunque su naturaleza es realmente exótica y desconcertante, su progenitor no es tan extraño y se nos hace mucho más familiar. Estamos hablando de las estrellas. Las estre-llas con una masa similar a la de nuestro sol, cuando se aproximan a la vejez (han ago-tado todo el hidrógeno y este se ha convertido en helio, el proceso mediante el cual ob-tienen su energía) sus capas exteriores son expulsadas hacia el espacio y la parte más interior (el núcleo) se compacta hasta formar un objeto mucho más pequeño y mucho más denso que la estrella original: una enana blanca. Si la masa inicial a partir de la cual se forma una estrella es mayor, el núcleo que deja tras de sí al final de su vida será más denso.
¿Quieres leer el contenido completo?
Accede a todo el artículo, de forma gratuita. Suscríbete a la revista.