En un giro sorprendente, investigadores han planteado la posibilidad de que un inmenso bloque de granito, con dimensiones colosales de aproximadamente 50 kilómetros de ancho, yace enterrado bajo la superficie lunar. Este descubrimiento, detallado en Nature el 5 de julio, desafía las expectativas, ya que la formación de granito generalmente requiere condiciones como placas tectónicas o una abundancia de agua, elementos que son escasos en la Luna.
Durante las misiones Apolo en las décadas de 1960 y 1970, los astronautas se encontraron principalmente con basalto en la Luna, una roca ígnea común tanto en la Tierra como en nuestro satélite natural. Matthew Siegler, científico planetario del Instituto de Ciencias Planetarias de Tucson, explica que todo comienza como basalto. Sin embargo, con el tiempo y las condiciones adecuadas de calor y presión, el basalto puede metamorfosearse en granito más resistente. Este proceso suele estar vinculado a la tectónica de placas y al agua, elementos que son escasos en la Luna.
La falta de placas tectónicas y la escasez de agua hacen que la presencia de granito en la Luna sea inesperada. De las 380 kilogramos de rocas lunares traídas a la Tierra por los astronautas del Apolo, solo un pequeño número de piezas son granito. Esto ha llevado a los científicos a considerar un trozo de granito oculto bajo la superficie lunar como un hallazgo extraordinario.
Siegler y su equipo basan su conclusión en datos de microondas recopilados por los orbitadores lunares Chang’e-1 y Chang’e-2 de China, que revelaron un punto geotérmico inusualmente cálido en la región conocida como Complejo Volcánico Compton-Belkovich. Temperaturas elevadas, según Siegler, a menudo indican la presencia de granito, ya que el uranio y el torio, elementos radiactivos, tienden a acumularse y generar calor en su descomposición.
Las simulaciones por computadora realizadas por el equipo sugieren la presencia de un gigantesco bloque elipsoidal de granito, con dimensiones de aproximadamente 50 kilómetros de ancho y 25 kilómetros de alto, enterrado a cuatro kilómetros bajo la superficie lunar. Esta estructura, coronada por un elipsoide de granito más pequeño, se ajusta a las observaciones de los orbitadores.
La pregunta que surge es cómo se formó esta peculiar formación. La teoría propuesta sugiere que una columna de roca fundida persistió bajo el Complejo Volcánico Compton-Belkovich, convirtiendo parte del basalto circundante en granito. En la Luna, sin placas tectónicas, una columna de manto podría haber calentado continuamente la región, creando un singular depósito de granito en la corteza lunar.
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