Desde los pequeños granos de polvo en el medio interplanetario, cometas, asteroides y hasta los planetas y sus satélites, muestran las cicatrices de incontables colisiones. Estos cráteres pueden tener muchas formas y tamaños distintos, pero en términos generales, tienen características similares. El análisis detallado de las superficies planetarias muestra que hay estructuras que no se parecen en nada a los “estereotipos de cráteres simples o complejos”, es decir son cráteres con formas o dimensiones fuera de lo común y, curiosamente, no son pocos. En la actualidad el proceso de formación de los cráteres “estándar”, es todavía poco comprendido y esto complica mucho el tratar de explicar las razones por las que ciertas estructuras sean tan fuera do lo común. En este trabajo se describirán las características peculiares de algunos de estos cráteres, extraños, localizados en la superficie de Mercurio, Luna y Marte.
Los cráteres de impacto son las cicatrices producidas por la colisión de un objeto sobre otro, con suficiente velocidad o energía para poder crear una cuenca y expulsar material. Se observan en los microscópicos granos de polvo interplanetario, en las superficies de los planetas y sus satélites, en los núcleos cometarios y los asteroides.
En la literatura se describen los cráteres de impacto en base a su forma, rara vez tomando en cuenta las propiedades del terreno y la del asteroide que los produce. La clasificación utilizada es muy simplista, se toman en cuenta solo tres clases: simples, complejos y mesetas. En cuanto a su proceso de formación, se describen solo dos que se asume que sean los únicos, uno para los cráteres simples y otro para todos los demás. Sin embargo, cuando se observan detenidamente y se miden sus diámetros, profundidades, bordes, eyecta, etc., nos damos cuenta de que hay una gran variedad de formas, tamaños y parámetros morfométricos. La mayor parte de las características, que se pueden observar en la actualidad, se atribuyen a procesos de modificación ocurridos a lo largo del tiempo transcurrido desde su formación, el cual puede ser de cientos de millones de años. Pero ¿Será posible, entonces, que todo el zoológico de cráteres de impacto se deba a procesos post formación? La respuesta podría ser afirmativa en la gran mayoría de los casos sin embargo hay muchos cráteres que son tan extraños que es muy improbable pensar en una modificación tardía. En algunos casos, si se aceptan como únicos los modelos de morfogénesis más actuales, esas estructuras son completamente contradictorias y estarían desafiando hasta la física.
En varios números de esta Revista se han descrito las morfologías (estudio de las formas) y las morfometrías (estudio de las dimensiones) de los cráteres de impacto en diferentes cuerpos celestes, por ejemplo [1, 2]. Las estructuras geológicas que se encuentran en las superficies planetarias son muy variadas y no siempre comparables con sus contrapartes terrestres. Esto se debe a que los procesos geológicos que ocurren en cada planeta son muy distintos a los que pueden llevarse a cabo en otro cuerpo, por ejemplo, la tectónica de placas, el volcanismo, la erosión por agua o aire, entre otros. Por eso, muchas veces es más fácil entender los procesos geológicos en un planeta más “inerte” que, en la Tierra aunque se encuentre a millones de kilómetros de distancia. Esta es precisamente una de las razones fundamentales para sostener la exploración espacial, aunque se podrían mencionar varias adicionales como la minería. Precisamente gracias a la exploración planetaria, con naves que poseen instrumentos de alta resolución y sensibilidad, es que podemos recrear los planisferios, con sumo detalle, de la superficie de Marte, Mercurio y la Luna (figuras 1, 2 y 3) y obtener datos de sus cráteres de impacto con tanta precisión que, solo hace unas pocas décadas eran campo de la ciencia ficción más atrevida.
En las décadas de 1960 y 1970, la única manera de poder crear mapas topográficos de las superficies planetarias era a través de la fotogrametría que consiste en medir las sombras proyectadas sobre la superficie. Conociendo la altura del Sol, con respecto al horizonte del planeta, se podía determinar la altura de una montaña o la profundidad de un cráter a partir de la longitud de las sombras. Ahora los sistemas LiDAR (Light Detection And Ranging) nos dan la información de la altura de cada punto de manera directa y con una resolución mucho mayor.
Marte y la Luna son los cuerpos más explorados y los instrumentos MOLA (Mars Orbiter Laser Altimeter) y LOLA (Lunar Orbiter Laser Altimeter) proporcionan datos de muy alta definición con los que se pueden crear mapas topográficos similares a los que los geógrafos realizan sobre nuestro planeta. La nave Messenger, hace unos años, ha llevado a cabo mediciones similares en Mercurio sin embargo con una resolución mucho menor. Con toda esta información, cuyo acceso es libre e inmediato a través de la aplicación QuickMap [3] nos hemos dado a la tarea de buscar cráteres que tuviesen características fuera de lo común en los tres cuerpos antes mencionados.
Sorpresivamente, las “ovejas negras”, es decir los cráteres de impacto fuera de lo común, son muchas, contrariamente a lo que uno esperaría. En este trabajo queremos poner en evidencia y describir algunos de estos cráteres con la finalidad de mostrar al lector estructuras geológicas diferentes. Aunque podríamos aventurar alguna hipótesis acerca de la fenomenología que generó ese tipo de estructuras, no es nada sencillo por el simple hecho de que todavía hay mucho que aprender sobre la morfogénesis de los cráteres de impacto “normales”.
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