Han transcurrido tres largos años desde que la devastadora pandemia del coronavirus azotara en su máxima crudeza a la población mundial. La explosión de aquel evento llegó a causar verdaderos estragos, como hemos tenido ocasión de comentar en artículos de aquel tiempo. Se han contado por millones los fallecidos afectados de la enfermedad, y por cientos de miles, si no millones, las empresas que no resistieron y tomaron la valiente decisión de cesar sus actividades económicas a la espera de mejores tiempos.
No hubo sobre la faz de la Tierra una sola empresa, institución u organismo que no se viera afectado por las consecuencias derivadas del cierre y confinamiento indefinido de la población con la esperanza de contener el avance del virus que cabalgaba entre las personas llegando a contagiar a casi 682 millones de personas en el mundo, acabando con la vida de casi nueve millones de habitantes en el planeta.
Se cerraron fronteras entre las naciones, y la caída global de la economía mundial fue un hecho indiscutible del que pocos afectados se salvaron.
Y en esta deriva también se vieron afectados museos, que cerraron sus puertas ante la ausencia de visitantes. Las iniciativas privadas sin duda fueron las más afectadas, ya que la necesidad de mantener activa las actividades es la base para el buen funcionamiento de las mismas. Al no haber visitantes, las actividades cesaron, los ingresos cesaron, y muchas iniciativas tuvieron que cerrar sus puertas.
Esto mismo ocurrió con el Museo Canario de Meteoritos, una iniciativa con varios años de bagaje que se vio abocada al cierre durante la pandemia. En este tiempo, los proyectos fueron cambiando, y dando lugar a nuevos proyectos ante la imperativa necesidad de evolucionar para no sucumbir definitivamente. El laboratorio de conservación de las muestras se adaptó para la recepción de muestras de coleccionistas y buscadores, en orden a su análisis y clasificación, y nació ADARA, el laboratorio de petrografía y curación de astromateriales (Meteorites Lab), que se consolidó y adoptó las colecciones y repositorios del ahora extinto museo.
El trabajo de laboratorio ha supuesto una actividad muy gratificante en la que participaron y continúan participando personas de muchos lugares del mundo. La recepción de muestras de análisis se incrementó notablemente, muchas de las cuales se clasificaron oficialmente.
Cada vez eran más los clientes que solicitaban los servicios del laboratorio, y muchos de ellos eran especialmente generosos con la donación de muestras para la investigación. Gracias a ello, el repositorio se incrementó considerablemente con piezas interesantes, se fabricaban numerosas secciones de análisis, y se elaboraban informes de investigación que posteriormente serían publicados en plataformas científicas.
Todo el repositorio se encontraba custodiado en armarios de seguridad, y las muestras eran accesibles para la investigación científica. El interés por ellas fue en aumento, y por supuesto aquellas muestras merecían otro trato.
Ahora han pasado tres años desde el inicio de la pandemia, y hace ya tiempo que gran parte de la población mundial ha sido inmunizada contra el virus, las fronteras se reabrieron y se recuperó el turismo y la movilidad mundial, al menos en gran parte del territorio, hasta la llegada del conflicto en Ucrania, tras la invasión rusa y el inicio de la guerra.
Los negocios se recuperaban positivamente, y muchas nuevas empresas comenzaron a abrir sus puertas en busca de las oportunidades perdidas durante la pandemia. En nuestro laboratorio también hemos tomado una decisión importante. Mudarlo a un lugar más amplio, y poder abrir una sala de exposición donde las muestras de meteoritos puedan ser admiradas por los visitantes. De esta manera, el pasado mes de marzo inauguramos la exposición de muestras “Meteoritos ExpoLAB” donde pueden admirarse ejemplares de meteoritos reservados en nuestro repositorio, a través de visitas guiadas, en grupos muy reducidos, en una actividad didáctica para conocer los secretos de las rocas del universo a través de muestras auténticas.
De esta manera la muestra recoge ejemplares de condritas procedentes del cinturón principal de asteroides, tanto ordinarias, como enstatitas, y alguna que otra anómala de muy especial interés científico. Ejemplares del meteorito ruso de Chelyabinsk, causante de más de 1490 heridos durante su caída en 2013, o Kharabali, largos años ignorado en las estepas rusas hasta que fuera identificado, así como un ejemplar donado del meteorito español MONEGROS, uno de los grandes olvidados nacionales que conservamos junto a varios otros meteoritos españoles, también están expuestos en las vitrinas.
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