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Publicación científica sobre Ciencias Planetarias

Integrados al medio natural
INVESTIGACIÓN

Integrados al medio natural.

Como parte del proceso natural, los meteoritos no recuperados pasan a formar parte de la masa terrestre tras su oxidación.

Jose Garcia Meteoritos
NOVIEMBRE DICIEMBRE 2022

Hace 4600 millones de años, daba comienzo la formación de un nuevo sistema planetario en la vía Láctea. Uno más, alrededor de una más de las miles de estrellas que a cada momento nacen nuevas en la galaxia. Un sistema planetario que se cimentaba sobre una nube de polvo y gas interestelar, movida quizás por interacciones gravitacionales de estrellas cercanas, o simplemente por la acción de radiación emitida por aquellas estrellas. Una nube afectada, como todo lo que posee masa ahí fuera, por la fuerza de la gravedad, verdadera artífice de la creación del sistema solar.

Una nube en cuyo centro, debido al violento colapso, comenzó a formarse una nueva estrella, el Sol, una estrella no obstante pequeña, en comparación con los grandes colosos que jalonan la galaxia. Pero lo suficientemente potente como para proporcionar radiación y calor suficiente para llevar a la fusión parcial parte de ese polvo que se arremolina a su alrededor, propiciando la formación en microgravedad de pequeñas gotículas fundidas rápidamente, y solidificadas en forma esferoidal progresivamente, capaces de crear su micro campo gravitatorio, suficiente para dar inicio a la acreción de partículas mayores, unión de micropartículas, polvo, metales, silicatos en formación.

Materiales de la nube protoplanetaria que, enriquecidos de elementos radiactivos, comenzarían progresivamente a formar pequeñas rocas, que irían creciendo paulatinamente a medida que amasaban más masa. Son los primeros asteroides. Ladrillos, en toda regla, que contribuirían a la formación de los grandes cuerpos que hoy conocemos, cuyos materiales en algunos casos permanecerían casi inalterados con el paso de los millones de años.

Esos pequeños asteroides que jamás sufrieron mayor alteración que la producida por la desintegración radiactiva de aquellos elementos, por el calor desprendido en las colisiones sufridas entre ellos, o la producida por la presencia de hielo en los mismos, y que formaron los asteroides, con masas suficientes para crecer rápidamente y comenzar a producir magmas, fruto de la presión y temperatura que generaban en su interior.

Aquellos primeros materiales condríticos, primitivos, en muchos casos se fueron fundiendo, formando lavas, materiales de nueva génesis, basaltos, rocas sólidas de fraccionada cristalización que los distinguió y que dieron origen a los cuerpos mayores.

Los planetas, planetas enanos y satélites fueron estableciendo sus órbitas, y a medida que iban creciendo, iban limpiando las mismas de detritos menores, que por acción de la gravedad, fueron incorporando a su propia masa.

Algunos planetas, como la Tierra, generaron una importante atmósfera de gases sobre su superficie rocosa, y en concreto en nuestro caso, esa atmósfera primitiva se fue modificando por acción de la presencia de vida, a una atmósfera de segunda generación rica en oxígeno. El suficiente como para producir reacciones químicas de oxidación en los minerales y las rocas, proceso por el cual se iban reintegrando al planeta en formas más químicamente estables.

Y en este proceso de oxidación, el elemento reactivo, oxígeno, presente de forma natural y abundante en la atmósfera, en el agua y en el entorno general, posee una potente capacidad de asociarse con átomos de otros elementos para formar esas moléculas más estables en el planeta. Los óxidos están presentes por todas partes en los cuerpos planetarios, y de hecho el óxido de hierro, silicio y magnesio son abundantes en todas las capas de los cuerpos diferenciados.

Es especialmente abundante en los basaltos del manto terrestre que afloran como lavas a la superficie. También lo es en las arenas de playas de todo el mundo, fruto de la erosión y la sedimentación.

En el caso de los meteoritos, el oxígeno se convierte en su principal enemigo, que al igual que con el resto de componentes, los oxidará y los llevará a convertirse en materiales de nuestro planeta. Los meteoritos metálicos y metalorrocosos son especialmente vulnerables, al tratarse de piezas cuyo principal componente es el hierro y el níquel, elementos muy susceptibles de sufrir la oxidación rápida y fulminante.

De esta manera conocemos óxidos en lugares de grandes caídas de meteoritos que antaño eran fragmentos de esos meteoritos. Aún es posible identificar el óxido de níquel en la composición de esas reliquias. Con frecuencia los meteoritos relictos aún conservan la disposición de las bandas de cristalización que formaron en su origen, pero también es usual que el fragmento en cuestión genere la formación de nuevos minerales, como hematites, magnetita, limonita, lawrencita…

Cuando la oxidación no pasa de ser aún una fina capa superficial, es posible retirarla y proteger el meteorito, pero cuando el fenómeno ha calado al interior y se extiende en el metal, el proceso de oxidación está comprometido hasta el punto de ser imposible detenerlo o revertirlo.

Los materiales formarán nuevos minerales, ricos en óxido de hierro, y esta es la causa de que estos materiales y aquellas rocas en las que se transformarán, ostenten una mayor densidad.

En este proceso de oxidación de materiales que llegan inalterados del espacio, se va produciendo no solo esos nuevos materiales oxidados, sino un progresivo crecimiento de la masa del planeta, que en la actualidad está cifrada aproximadamente en 5,9722 × 1024 kg, o sea, casi 6 cuatrillones de kilos, o 6000 trillones de toneladas.

Una de las características que se consideran fundamentales para considerar un cuerpo celeste como planeta, es que tenga la capacidad de limpiar su órbita de detritos menores, bien sea expulsándolos, o bien mediante atracción gravitatoria, asumiéndolos parte de él. En el proceso de crecimiento planetario este punto es evidente con la caída de nuevos meteoritos. Piezas que, de no ser recuperadas, pasarán a formar parte de la masa del planeta Tierra de forma total, donde se irán alterando químicamente hasta alcanzar la estabilidad de la oxidación.

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