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Publicación científica sobre Ciencias Planetarias

Cóndrulos, precursores asteroidales
LABORATORIO

Cóndrulos, precursores asteroidales.

Los cóndrulos son las letras del libro de historia de nuestro sistema solar.

Jose Garcia Meteoritos
MAYO JUNIO 2022

Estudiar astromateriales es una actividad científica gratificante que ha requerido de importantes avances científico-tecnológicos para desarrollar patrones de estudio y establecer ratios para desentrañar los secretos que esconde nuestro sistema planetario desde su origen. Pero remontarnos a investigar un origen de hasta 4600 millones de años de antigüedad requiere inevitablemente contar con “testigos”.

El método científico se basa en la observación, la experimentación y la conclusión acertada y contrastada que arroja luz sobre hipótesis iniciales. Para ello requiere, generalmente, el análisis de muestras. En astromateriales las muestras no faltan, y a medida que avanzamos en el conocimiento del entorno espacial que nos rodea y en el que vivimos, identificamos mayor número de muestras válidas.

Ahora, gracias a los esfuerzos de los científicos planetarios de las últimas décadas, disponemos de una gran cantidad de materiales para la investigación en el laboratorio. Y esto nos ha permitido conocer en profundidad la composición de nuestro vecindario cósmico. Y gracias a esto también podemos empezar a encajar las piezas del rompecabezas de la formación de nuestro sistema solar.

Ahora sabemos, gracias a la composición de esos materiales llegados a nuestro planeta en forma de meteoritos, que nuestro sistema solar es un sistema de segunda generación, y que se formó a partir de nubes de gas y polvo que existían en esta parte de la galaxia, con probabilidad resultado de anteriores supernovas (explosiones de estrellas más antiguas que llegaron al final de su vida).

Y también sabemos cómo comenzó la historia de este sistema planetario en el que ahora vivimos. Desentrañar estos secretos es uno de los objetivos de este artículo, en el que expondré qué sabemos, en base a las investigaciones que científicos de todo el mundo han realizado, y de la aportación tan admirable que ello ha supuesto en el avance del conocimiento de nuestra historia cósmica.

El 8 de febrero de 1969, de madrugada, una explosión en el cielo alertó a los habitantes de las regiones aledañas a la población mexicana de Chihuahua y Allende. Un intenso bólido reventó en la atmósfera, y todo parecía indicar que una cantidad significativa de meteoritos habrían logrado sobrevivir y cayeron sobre el desierto.

Cientos de fragmentos de entre 1 gramo y 15 kilos fueron hallados en primera instancia, en un campo de dispersión que se alargaba hasta más de 300 kilómetros cuadrados. Instituciones, Museos y coleccionistas de todo el mundo se dieron cita de inmediato, buscando recuperar las preciadas rocas del espacio. La sorpresa mayor, sin embargo, vino después, cuando aquellos meteoritos entraron en el laboratorio. Se trataba de una condrita de tipo carbonáceo CV3, y su masa estimada recuperada superaba los 2000 kilos en aquel momento.

Esto suponía la caída de carbonácea más grande conocida, y la que permitiría disponer a los científicos de una ingente cantidad de material para investigación, lo que ha propiciado que el meteorito, clasificado con el nombre ALLENDE, se convirtiera en el más estudiado de toda la Historia, y que ha aparecido ya en más de 14.000 papers revisados por pares.

¿Por qué les cuento todo esto? Pues porque Allende escondía grandes secretos que nos han desvelado una parte importante de nuestra historia planetaria, entre ellas, la edad del sistema solar. Así es como se han identificado en este meteorito materiales tan primitivos que los relojes radiométricos utilizados han cifrado su antigüedad en hasta 4610 millones de años. Esto nos retrotrae a los orígenes más primitivos del espacio interplanetario. Además de tratarse de los materiales, hasta la fecha, más antiguos datados, sugiriendo por tanto la edad del sistema solar. Más aún, en esta y otras posteriores condritas carbonáceas, los científicos han hallado la existencia de granos presolares.

Estas nanopartículas parecen haberse formado en procesos de nucleosíntesis estelar, más concretamente en los procesos finales de resolución de estrellas masivas, o supernovas.

Partículas también datadas, y cuyas edades radiométricas superan en algunos casos, los 7200 millones de años. Esto es, que son materiales que ya existían antes de la formación del sistema solar, y que quedaron depositados en la nube presolar de la que nació éste posteriormente.

Esta aportación sugiere por tanto que el sistema planetario se formó a partir de materiales derivados del colapso de estrellas anteriores.

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