El pasado 8 de febrero fue una fecha muy sentida para la comunidad de amantes de los meteoritos, y también de los científicos planetarios. Se celebraba el 53 aniversario de la caída del meteorito en Allende (Chihuahua, México).
A la 1.05 hora local, del 8 de febrero de 1969, una enorme y brillante bola de fuego se acercó desde el suroeste e iluminó el cielo y el suelo a lo largo de cientos de millas. Explotó y se rompió para producir miles de piezas con costra de fusión. Esto es típico de las caídas de piedras grandes a través de la atmósfera y se debe al efecto de frenado repentino de la resistencia del aire. La caída tuvo lugar en el norte de México, cerca del pueblo de Pueblito de Allende en el estado de Chihuahua. Las piedras de Allende se convirtieron en uno de los meteoritos de mayor distribución y proporcionaron una gran cantidad de material para estudiar. Más de 2000 kilos de meteoritos fueron recogidos en las primeras batidas realizadas por investigadores y lugareños. Aquel meteorito negro, pronto daría una gran sorpresa a la comunidad científica internacional, y muchas más en las décadas siguientes. Se trataba de una condrita carbonácea de tipo Vigarano, y su masa superaba con creces la de todas las masas carbonaceas recuperadas desde que hay constancia. Era, sin duda, la mayor carbonácea que se recuperaría en toda la Historia.
Por estas fechas, el programa Apollo de la NASA se preparaba para el lanzamiento de la misión 11, aquella que por primera vez en la Historia pondría a dos hombres en la superficie del satélite lunar. Era un momento de gran expectación. Si efectivamente se lograba esta hazaña, sería también la primera vez que esos tripulantes traerían rocas de la superficie lunar a nuestro planeta. El Laboratorio de Recepción de muestras lunares, como se llamó en principio, se preparaba para receptar, almacenar y analizar esas rocas. El meteorito de Allende jugaría un papel importante en este acontecimiento, ya que los primeros análisis que se realizaran en esos laboratorios, serían sobre este meteorito.
Las piedras estaban esparcidas en un área enorme, uno de los campos de meteoritos más grandes que se conocen. Este campo sembrado mide aproximadamente 8 por 50 kilómetros. La región es desértica, en su mayoría plana, con escasa a moderada vegetación baja. Cientos de fragmentos de meteoritos fueron recogidos poco después de la caída. Se recolectaron aproximadamente 2 o 3 toneladas de especímenes durante un período de más de 25 años. Algunas fuentes suponen que se recuperó una cantidad aún mayor (se pueden encontrar estimaciones de hasta 5 toneladas), pero no hay forma de hacer una estimación precisa. Incluso hoy, más de 50 años después, todavía se encuentran ocasionalmente especímenes. Los ejemplares individuales de Allende con costra de fusión oscilaron entre 1 gramo y 110 kilogramos.
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