En septiembre de 1928, un grupo de arqueólogos que trabajaba en unas excavaciones en Elden pueblo, Arizona, quedaron sorprendidos al abrir la cista de una pequeña tumba. En su interior, cermoniosamente dispuestas, un conjunto de rocas eran el único ocupante de aquella extraña tumba. Los Sinagua fueron los habitantes de aquel asentamiento, donde vivieron entre los años 1150 y 1275. La pregunta evidente que todos los arqueólogos se hacían era ¿por qué enterrar piedras? ¿Qué sentido tenía aquel enterramiento? ¿Qué significado tendría para los Sinagua aquella ceremonia tan extraña, sin duda revestida de un ritual fúnebre?
Aunque las respuestas aún no están claras del todo, lo cierto es que éstas convergen en varios puntos. Dar aquel sentido religioso sin duda era consecuencia de haber vivido alguna experiencia notoria con aquellas piedras. Los análisis de laboratorio posteriores demostraron que se trataba de un raro tipo nuevo de meteorito, que dio nombre al grupo que se estableció tras él. Posiblemente los Sinagua fueron testigos de la caída de aquella roca, y de ahí su especial devoción hacia aquel objeto que cayó del cielo. Acababa de nacer el grupo de las Winonaítas.
Este grupo de meteoritos cuenta hasta la fecha con apenas 63 ejemplares oficialmente clasificados, y su principal característica es que se trata de una acondrita primitiva. Al igual que el resto de acondritas primitivas, las winonaítas comparten características tanto con las acondritas, como con las condritas, que se consideran sus precursores inmediatos. De esta manera, muestran signos de metamorfismo, fusión parcial, brechado y cóndrulos relictos. La composición química y mineralógica de las winonaítas está entre las condritas H y las enstatitas. Sus ratios de isótopos son similares a las inclusiones de silicatos halladas en los meteoritos metálicos del grupo químico I AB. En sección delgada, los granos de silicatos de las winonaítas muestran microestructuras de fusión parcial extensiva a toda la roca, así como signos de fusión parcial, y en ejemplares, como en los meteoritos Pontlyfni y Mount Morris, se han observado relictos de cóndrulos sin duda de su progenitor.
De esta manera se ha establecido que tanto las Winonaítas como los hierros I AB y III CD procederían del mismo cuerpo parental, siendo los metales parte del núcleo de un planetesimal y las winonaítas procederían de la capa de silicatos más cercana a la superficie del cuerpo. Así lo han establecido los análisis de los isótopos de oxígeno en los silicatos de todos estos meteoritos.
Las winonaítas nos muestran la historia geológica de su cuerpo parental, un planetesimal profundamente sometido a impactos, lo que ha provocado un brechado en sus materiales que con frecuencia se muestra en distintas litologías. Estas brechas fueron posteriormente recalentadas, y así es como el análisis de sus edades radiométricas mediante el método Ar-Ar ha determinado que su cristalización tuvo lugar hace entre 4400 y 4540 millones de años.
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