El ámbar es una resina fósil, de color amarillo o naranja, aunque puede ser rojiza debido a procesos de oxidación, azulada o verdosa, por la presencia de hidrocarburos, o negra o blanca si contiene inclusiones.
Se forma por la fosilización de la resina exudada por coníferas y algunas angiospermas, en un proceso que se llama ambarización, cuya formación se estima en una duración media entre 2 y 10 millones de años.
La resina se va depositando en el suelo, y debido a su contenido en aceites, ácidos, alcoholes y compuestos aromáticos de fácil volatilidad durante el proceso de diagénesis, comienza a endurecerse para formar lo que se conoce como “copal”, en un proceso químico en el que las moléculas orgánicas se unen dando lugar a un fenómeno de polimerización en el que se forman terpenoides que actúan como un conservante, preservando la resina original de la degradación.
Este proceso finaliza cuando el ámbar se ha polimerizado completamente, ha perdido todos sus volátiles y es inerte.
Como resultado de este proceso de ambarización, se produce una piedra blanda (dureza 2 a 3 en la escala de Möhs), relativamente densa, con propiedades fluorescentes bajo ultravioleta, que presenta fractura concoidea, y es capaz de producir electricidad estática si es frotada contra un sintético.
Esta piedra tuvo sus primeras aplicaciones en joyería, para la fabricación de colgantes, pendientes, collares, broches, así como en la creación de objetos ornamentales, decorativos y de culto.
Dado que la calidad de éstas piedras varía mucho, y en interés de aprovechar los de menor calidad, se han desarrollado tratamientos, generalmente térmicos, con los cuales se puede mejorar su aspecto, su transparencia e incluso su color.
Estas piezas tratadas térmicamente, suelen desarrollar fracturas circulares, que denominan lentejuelas, y que están atribuídas a la decrepitación de las inclusiones fluidas.
Algunos ámbares muestran inclusiones biológicas, y esto supone un punto de interés extraordinario para la ciencia. Y claro, donde hay interés, aparecen las imitaciones. De esta forma se han producido intentos de ámbar en los que se han introducido inclusiones biológicas para imitar las inclusiones naturales. En este artículo aprenderemos a diferenciarlos.
Esto nos lleva a considerar de manera especial el interés científico del ámbar, ya que la resina original, como decimos, puede atrapar insectos, arañas, hormigas, plantas, e inclusiones mayores como algunos vertebrados, pelo de animales, etc, que suponen para la ciencia un auténtico libro de historia natural.
En el ámbar también se han encotrado gotas de lluvia, polvo volcánico, plumas y microorganismos. Bioinclusiones de hasta 110 millones de años preservadas en la roca de forma sorprendente.
Suscríbete gratis a METEORITOS
para acceder al resto del artículo y recibir la revista gratis en PDF en tu mail.