No sabría bien cómo calificar el sentimiento que me invadió cuando, llegando al valle de Aridane, ya caída la noche, un resplandor rojo infierno se percibía más allá de la montaña. La inquietud no se podía esconder. Sabía muy bien a lo que iba, y a dónde iba, y ahora era el momento de conexión con la realidad que allí se estaba viviendo hacía más de una semana.
Era la primera vez en mi vida que me encontraba frente a frente con un volcán activo. Durante los largos años que he vivido en estas islas, han permanecido inactivas. Creo que lo más cerca que estuve de una actividad volcánica fue hace unos años en Timanfaya. Después de todo los volcanes conejeros siguen activos, pero no expulsan lava. Este no era el caso. En La Palma, el volcán sí emitía lava, y en cantidades tremendas que corrían ladera abajo desde Cumbre Vieja buscando un aliviadero hacia el mar.
Es la tónica de todos los volcanes, bueno y de todos los fluidos. Lo terrible de este evento que vivimos en estos días es el daño físico a las propiedades habitadas, y el daño moral y psicológico a los habitantes de este precioso valle que son Los Llanos de Aridane.
Desde hacía varios días se venían sucediendo noticias en los medios de comunicación y en las redes sociales, que vienen a ser el altavoz sin filtro de la sociedad actual, sobre la detección de un enjambre de seísmos en la zona de Cumbre Vieja, al sur de la isla canaria de La Palma. Es esta una de las islas más activas geológicamente, en la que su población, poco más de 80.000 habitantes, viven tranquilos en medio del Atlántico, dedicados al cultivo del plátano, el aguacate y otras frutas. El plátano ocupa la mayor atención, de hecho es el mayor activo de la economía isleña, produciendo en torno a un tercio de la producción platanera del archipiélago. Casi la mitad de la economía de la isla.
Recorrer las comarcas del valle de Aridane nos da una idea de cuán importante es este cultivo para la isla y sus habitantes. Las grandes plataneras se extienden hasta casi el mar, y entre ellas, tambien destacan los cultivos de otros muchos pequeños agricultores. Es uno de los más importantes sectores laborales de la isla, el gran motor económico, más potente incluso que el propio turismo.
Y en La Palma el tiempo parece haberse detenido. Sus habitantes, amables, disfrutan de la tranquilidad exquisita que ofrece el aislamiento. Así fue, hasta que el volcán decidió irrumpir en sus vidas y reordenarlo todo.
Íbamos a degustar un delicioso menú en la pequeña localidad de El Pajar, en Gran Canaria. Un lugar entrañable donde nos gusta ir a disfrutar de tranquilidad, playa y descanso. Llevábamos días alertados del creciente enjambre sísmico que se venía produciendo en La Palma. Los expertos decían que de seguir así, era muy probable que el magma aflorara a la superficie, por algún lugar de Cumbre Vieja, indeterminado, y que aunque era una posibilidad, que la población estuviera tranquila por el momento.
El Gobierno Canario activó el semáforo amarillo por riesgo volcánico en la Isla. Este Gobierno tiene fijación por los semáforos. Hay semáforos para la incidencia por la pandemia, semáforos por riesgo volcánico, semáforos por cualquier cosa. Aunque muchos de los semáforos de tráfico, que son los verdaderos, no funcionen como es debido… incoherencias de la vida…
Como decía, íbamos a degustar un delicioso menú. El tema de conversación estos días es la posibilidad de que se formara un nuevo volcán. La sociedad canaria lo tiene asumido, aunque nadie se acostumbra a creer en el riesgo posible que supone la erupción de un nuevo volcán. Después de todo, las últimas erupciones ocurrieron en lugar despoblado, aunque alguna llegó a arrasar algún que otro pueblo. Como dijo el gran ilustrador Forges; somos salitre y fuego, aunque a veces duela.
Comenté de soslayo el tema con el camarero que nos atendía. Y ahí quedó la cosa, hasta que minutos más tarde, se acerca y me dice: “ya explotó el volcán, está saliendo lava”. Marcaba el reloj las 15.13 horas del domingo 19 de septiembre de 2021.
No me lo podía creer. Creo que la noticia no ha cogido a nadie prevenido. Absolutamente toda la población, los de lejos y los de cerca, quedamos en shock. En la zona que conocen como Cabeza Vaca, en Montaña Rajada, se habían abierto dos fisuras, con varias bocas cada una, que expulsaban gases, cenizas y lava sin compasión.
De repente, y sin más colores de por medio, activan el semaforito rojo, riesgo inminente, y se procede a la evacuación de los barrios de Tacande, Todoque, La Bombilla, La Laguna, El Remo y Puerto Naos, pertenecientes a los municipios de El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte, lugares aledaños a la zona del volcán. Unas 5000 personas en primera instancia fueron evacuadas de urgencia ante un fenómeno que no se sabía por dónde iba a desarrollarse cuando comenzara a formarse una colada de lava. No hubo tiempo para nada, ni para recoger siquiera las pertenencias más básicas. La población fue evacuada de inmediato. El trabajo faraónico de los cuerpos de seguridad y de todos los implicados en la labor ha sido y sigue siendo encomiable. Una coordinación y valentía fuera de toda duda, aunque en honor a la verdad, presencié algunas incoherencias peligrosas que después les contaré.
La erupción comenzó a formar el edificio volcánico y a avanzar en forma de lava colina abajo buscando el valle. Nada fuera de la tónica habitual de un proceso eruptivo, salvo que el valle estaba totalmente lleno de construcciones habitadas y tierras de labor. El argumento perfecto para una película de ciencia ficción. La diferencia es que aquí la ficción quedaba empañada por la realidad.
Las primeras informaciones publicadas decían que la colada avanzaba a una velocidad de 700 metros por hora. Velocidad que posteriormente variaría en función de factores diversos, como la pendiente, obstáculos, enfriamiento, aportación de nuevas lavas, etc. En su avance fue engullendo todo. Saltó la carretera LP212 entre Tacande Abajo y Las Manchas para dar alcance a las primeras construcciones. El volcán respondía al tipo estromboliano, con explosiones sostenidas y lava viscosa y lenta. Al menos, en sus primeras fases.
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