La comunidad científica internacional levantó sus ojos al cielo. En agosto de 2019 se descubrió un extraño objeto, inmenso y raro, que atravesaba nuestro sistema planetario a 177.000 kilómetros por hora. Aquel objeto no era de aquí, y era el primer “cometa” procedente de más allá de nuestra estrella que pudimos detectar. Era una rareza, sin duda, porque era el primero cuya órbita lo situaba procedente de otra estrella. Pero ¿y si resultara que éstos objetos interestelares no fueran tan raros como se pensó en un principio?
Un estudio publicado por la revista Monthly Notices, de The Royal Astronomical Society por los astrónomos Amir Siraj y Avi Loeb, del Centro de Astrofísica de Harvard y Smithsonian, postulaban que en las regiones de la nube de Oort, los objetos interestelares superarían en número a los pertenecientes a nuestro sistema planetario.
“Antes de detectar el primer cometa interestelar, no teníamos ni idea de cuántos objetos interestelares había en nuestro sistema solar. La teoría sobre la formación de los sistemas planetarios sugiere que debería haber menos visitantes que residentes permanentes, pero ahora hemos descubierto que podría haber un número sustancialmente mayor de visitantes”, afirma Siraj.
El motivo por el que hasta ahora solo hayamos visto uno de estos objetos interestelares, según argumentan los expertos, es la carencia de tecnología adecuada para su detección.
Esta nube de Oort de la que proceden los cometas de periodo largo, y en la que habría también incontables objetos interestelares ocupa una región que va desde los 100.000 y 200.000 millones de kilómetros del Sol, y los objetos que en esta región se conservan no emiten luz propia, razones ambas por las que los detritos que se conservan en los confines del sistema solar son tan extremadamente difíciles de ver.
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