Vivimos tiempos que para muchas personas se tornan difíciles. Ciertamente la pandemia está dejando mucho que desear
en cuanto a la caída de puestos de trabajos y empresas, con los cuales también están sucumbiendo, lamentablemente,
familias y empresas.
Pero lejos de quedarse de brazos cruzados, muchos nuevos buscadores de meteoritos se han echado al campo con la esperanza
de encontrar alguna roca caída del cielo que sume números a su cuenta corriente. En esto también ha jugado un papel
muy importante la difusión de las redes sociales, donde proliferan grupos y páginas de coleccionistas en todo el
mundo que ofrecen sus hallazgos, en ocasiones, a precios desorbitados.
Se ha establecido un comercio a nivel mundial realmente sorprendente. Pero este comercio es posible gracias una
intensa labor científica que trabaja en la sombra. El análisis y la clasificación oficial de los meteoritos se
lleva a cabo en Universidades y Centros privados y públicos de todo el mundo. Y si echamos un vistazo a la relación
entre coleccionistas y científicos en países como USA, Alemania, Francia, Reino Unido, por ejemplo, observamos que
entre unos y otros han establecido un rol de cordialidad en el que unos y otros salen favorecidos.
Los buscadores encuentran meteoritos, y los científicos hacen su trabajo en los análisis y clasificaciones correspondientes
para su reconocimiento oficial. Un Quid pro quo en el que unos y otros salen beneficiados. Y de esta manera, todos
avanzan en un mercado tan reducido como exclusivo.
Pero si echamos la vista a esta situación en países como España (y digo España, porque es en el que resido y sufro las
consecuencias derivadas en este campo), los buscadores parecen no tener ni querer tener buena relación con los
científicos españoles, y por su parte los científicos españoles tampoco parecen tener ni querer tener buena relación, ni
con los buscadores, ni con otros científicos.
No sé bien porqué será, pero lo cierto es que cuando un nuevo coleccionista empieza a destacar en el horizonte
meteoritesco de la península ibérica, de inmediato surgen los aludidos que sin piedad desacreditarán y trataran de
destrozar la popularidad, o simplemente quitar del medio a la competencia. Y en este juego, no hay piedad. Cualquier
trapo sucio, cualquier error absurdo o simplemente cualquier tergiversación servirá para ello. La lucha es descarnada
y lamentable, digna de la altura de los buscadores en España, que establecen sus propios baremos. La falsa moral de
muchos que creen tener la verdad absoluta, y se sienten capaces de utilizar cualquier falsedad o simplemente cualquier
desafortunado suceso en la vida de quien sea, con tal de desacreditarlo, aunque ese argumento se pierda décadas atrás
o simplemente sea un hecho pagado con la sociedad o incluso con la justicia. Da igual. Lo van a utilizar igual para
dejar al descubierto sus propias miserias como seres, lejos de humanos, que vomitivamente nutren sus entrañas. En España
los coleccionistas serios se cuentan con los dedos de una mano, el resto de supuestos cazadores de meteoritos, comerciantes
de piedras, no dejan de ser rapiñas, que en ocasiones venden con descripciones fantasiosas lejos de la realidad. Y se
cree el ladrón que todos son de su condición. Afortunadamente, en España, la JUSTICIA FUNCIONA, y no deberían sentirse
libres del ojo que también los vigila.
La contraparte es la ciencia. Si a alguien no le conviene el trabajo que otros realizan, o simplemente ven peligrada
su afamada popularidad (en ocasoines por desconocidas causas), harán su trabajo de descrédito a costa de lo que sea.
España brilla por la envidia. Lamentable pero cierto. Cuánto nos queda por aprender de otros países... Cuánta miseria
queda aún por barrer en este país.
Evidentemente no voy a dar nombres, porque en España, afortunadamente existen personas de una nobleza sobrenatural.
Entienden que la cooperación entre buscadores y científicos es necesaria y crucial para el buen funcionamiento de
las cosas en este campo, y trabajan y se empeñan en que esto sea así. España es un país dual y sorprendente en el
que algunos buscadores han hecho donaciones de piezas extraordinarias para la ciencia, sin más interés que el de
aportar su granito de arena a la investigación, primando ésta por encima del interés económico.
Afortunadamente nuestra experiencia en este campo ha sido muy favorable, aunque lamentablemente también nos hemos
cruzado con indeseables de los que nos cuidamos mucho, y de los que avisamos a la comunidad de nuevos coleccionistas
que están surgiendo en este bello campo que son los meteoritos. Supongo que esto mismo ocurre también en otros campos.
Quizás por esto, y no por otra cosa, preferimos siempre establecer lazos de colaboración con científicos y buscadores
de otros países, antes que con españoles. Quizás por esto, y no por otra cosa, España haya perdido la inestimable
oportunidad de estudiar y disponer de materiales sorprendentes por el simple hecho de ostentar una arrogancia tan
absurda como infundada. Esto es así, y lamentablemente, por mucho que se divulgue, seguirá siendo así.
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