Han transcurrido varias décadas desde que mi interés por los meteoritos naciera, siendo aún un niño, y ese interés, lejos de apagarse con el paso del tiempo, se ha incrementado notablemente. En todos estos años he tenido oportunidad de conocer a muchas personas, gentes de numerosos países, de distintas lenguas, y con un interés común, las piedras del espacio. Y no ha habido una sola de esas personas cuyo interés por este tema se haya apagado con el tiempo, al contrario. Las rocas del espacio atraen, de una forma casi sobrenatural, y quienes nos dedicamos a su estudio, bien conocemos esta cualidad de las mismas.
Esta mañana entré en mi estudio, sobre la mesa un ordenador, un microscopio, el bloc de notas de laboratorio, numerosos informes y fotografías, y una caja con un centenar de secciones delgadas. Acababa de recoger en el apartado de correos algunos paquetes que llegaron recientemente. En ellos, casi una docena de ejemplares de rocas recuperados en los desiertos, en los campos, por buscadores y coleccionistas, y que curiosamente les parecían al menos raras. Y es que quienes nos dedicamos a la búsqueda de meteoritos sabemos que las piedras raras suelen dar sorpresas.
Asignados los correspondientes números de serie para laboratorio, tocaba preparar el material para la realización de las secciones delgadas. Suena fascinante, pero a decir verdad, el resultado es mucho más que fascinante.
El análisis más elemental que puede realizarse a una muestra es el petrográfico. Estudiar la roca, sus características, texturas, composición modal, y muchos otros datos que iremos descubriendo. Y para ello, los investigadores disponemos de una herramienta fascinante, el microscopio petrográfico.
Es mucho más que nuestro aliado, es una valiosa herramienta que en más del 90 % de los casos nos va a permitir identificar meteoritos, y conocer sus tipologías. Estamos hablando de hacer un viaje directamente al corazón de los meteoritos.
El análisis petrográfico implica una serie de acciones sobre las muestras, pero al final, el resultado puede ser la clave para certificar si una roca extraña hallada en un solitario páramo es una joya científica de extremado valor económico. Acortar la diferencia entre extremos tan lejanos depende simple y llanamente de un sencillo análisis petrográfico.
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