Cuando los conservadores del Museo Nacional de El Cairo cayeron en la cuenta, observaro que a diferencia de otras dagas e instrumentos sagrados del Faraón Tut-Ank-Amon, una de sus dagas, fabricada en hierro, se conservaba admirablemente bien. Aquello hizo pensar que tal vez si analizaran aquel metal, descubrirían en su composición alguna señal que revelara el secreto de su conservación.
Así fue, se llevó a cabo un análisis por Fluorescencia de Rayos X, y se descubrió que el hierro se encontraba aleado con níquel en cantidad suficiente como para preservarlos de la oxidación.
El Gran Faraón Tut-Ank-Amon ordenó fabricar una de sus dagas de hierro y oro, y la otra con aquel extraño metal hallado en el desierto, y que ahora sabemos que procedió de más allá de la órbita de Marte, de algún lejano asteroide metálico que llegó a nuestro planeta en forma de meteorito.
De esta forma, el faraón se ganó el sobrenombre de Faraón de las Estrellas.
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