Quienes somos fanáticos de la aeronáutica y de los viajes espaciales, y que estamos pendientes de las novedades en investigación aeroespacial, nos sorprendemos con las impresionantes creaciones que la ingeniería y la ciencia descubren en el interés de perfeccionar cada vez más nuestras hazañas en el espacio exterior.
Algunos de esos descubrimientos son ampliamente utilizados también en la vida cotidiana. Quién iba a decir que aquellas tiras que se pegaban una a la otra y se despegaban tantas veces como hiciera falta, y que llamamos velcro nos iba a hacer la vida tan fácil en ciertos aspectos. Y sin embargo estos velcros se crearon para fijar la carga a las paredes de la estación espacial internacional y de los módulos espaciales, y evitar así que estuvieran flotando por el habitáculo.
Y como casi siempre suele suceder, muchos de estos descubrimientos y creaciones surgen en el momento más inesperado y de la forma más sencilla.
Algo así debió ocurrir en 1931 entre los científicos Samuel S. Kistler y Charles Learned, quienes apostaron si sería posible reemplazar el líquido de un tarro de mermelada por un gas, pero sin que el volumen variase.
Así surge este desafío, que termina con la creación de un sorprendente material, el aerogel, también conocido como humo helado. Un material que pronto desveló sus sorprendentes cualidades, lo que hizo que su uso se implantara de inmediato desde la década de los 60 en aplicaciones aeroespaciales, y posteriormente en muchas otras aplicaciones.
Hoy lo conocemos como el material sólido más liviano conocido, algunos aerogeles solo pesan 3 veces más que el aire. En su aspecto físico muestra una textura similar a la del famoso corcho blanco de bolitas (poliestireno espumado), y una solidez similar a la del vidrio.
Hoy sabemos que un gel es una sustancia gelatinosa, en un estado entre líquido y sólido. A partir de gel, se obtiene el aerogel, en cuyo proceso de creación se sustituye la parte líquida del gel por aire o algún gas mediante un proceso de secado supercrítico en el que se finaliza con un sólido similar a una espuma muy porosa, con alta conectividad entre sus estructuras, y con un contenido en gas de hasta un 99,98% de su composición.
Así, esta materia compuesta de una espuma mesoporosa, ramificada e interconectada de nanoestructuras sintéticas la conocemos como aerogel. Los poros de la sustancia oscilan entre 2 y 50 nanómetros. Así es nuestro aerogel, y hasta la fecha conocemos dos tipos distintos según su composición. Aerogeles de carbono y aerogeles de silicio.
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